Así es cualquier
miércoles de mi vida…
Desafortunadamente, el maldito
despertador que convive en mi habitación siempre me despierta a las 7:30 de la
mañana, buff ¡QUÉ PEREZA! En ese momento lo único que me apetece hacer es
enterrarlo, pero como no puedo… meto la cabeza debajo de mi adorable almohada
para compartir unos minutitos más con ella. Sin embargo, de no haber otro
remedio, hago de tripas corazón y me levanto de una vez por todas para llegar
al momento del día que más me gusta, pues en mi estomago se despierta el león,
así que bien le vendrá un desayuno completo.
Seguidamente, me aseo y me arreglo
para poner rumbo a la UJI. Para ello, hago uso del transporte público, ya que
lo cojo al lado de mi casa y accedo rápidamente a la universidad. Allí, las
mañanas suelen ser muy ajetreadas y en clase parece que el tiempo descansa… Las
lecciones son interminables y la concentración va disminuyendo. Y por si el
empacho de información no fuera suficiente, dedico dos horas de mi apreciado
tiempo en la biblioteca para continuar estudiando hasta la hora de comer.
Llega el momento de mover el cuerpo,
lo que supone andar tres kilómetros y medio si quiero llegar a casa. Y como se
suele decir, después de la tormenta llega la calma, me relajo en el sofá y
dedico el tiempo libre al ocio. Este momento del día es crucial…es la hora de
tener voluntad y seguir con ritmo. El antídoto perfecto es una merienda que me
permita recargar las energías.
Finalmente, al caer la noche llega
la ducha, necesaria después de un día duro de trabajo. Esto me relaja y me deja
estupenda para disfrutar de un vicio, leer.
Con esto se acaba mi rutina de los
miércoles así que a dormir, ¡BUENAS NOCHES!
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